Mauricio Llaver

Calma, presidente, que hay muchos preocupados / Newsletter de Mauricio Llaver

-¿Qué le aconsejaría al presidente?

-Que se calme y guarde el teléfono. Y que reflexione.

-¿Cree que lo va a hacer?

-Hay ratos en que creo que sí, y ratos en que creo que no.

-¿Y cómo le va a afectar la metida de pata que se mandó?

-No lo sé, falta un rato para saberlo. Pero eso de meterse dos tiros en el pie, él solito, debería hacer que se calme.

-¿Y por qué cree que se mandó ese tuit?

-No hay forma de que yo lo sepa. Pero puedo ensayar una explicación psicológica berreta.

-¿Cuál sería?

-Que como más o menos le venían saliendo todas, se creyó invulnerable. Y se estrelló.

-Y ahora se las quieren cobrar todas juntas.

-Obvio. Si el presidente insulta y descalifica todo el tiempo a los demás, los demás le van a hacer lo mismo en cuanto puedan. Es casi una ley de la vida.

-¿Cree que fue un acto de corrupción?

-No lo puedo saber, y lo dirá la justicia. Ahora, si fue así, habría que juzgarlo por corrupto y por nabo, porque dejó marcados los diez dedos de las manos y los diez de los pies.

-Por lo que percibo, muchos de sus seguidores tienen ganas de matarlo -figuradamente, por supuesto- pero no creen que haya sido un acto de corrupción.

-Yo veo que hay bastantes ganas de perdonarlo, pero la preocupación va a quedar. Porque el tipo no puede agarrar un teléfono y mandarse una metida de pata como esa.

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-Lo que le respondió bien fue la economía.

-Eso fue fundamental. Porque el principal temor era que los mercados financieros reaccionaran mal y se frenara el impulso reformista. Pero no fue así. El lunes hubo un día de pequeña zozobra, pero después se acomodaron la bolsa, el dólar y las compras de dólares del Banco Central.

-La verdad que no hubo ni un paso atrás con las reformas económicas…

-Al contrario: de un decretazo, transformó al Banco Nación en Sociedad Anónima.  Y no se olvide de que, como de pasada, la suspensión de las PASO se transformó en ley y el kirchnerismo no pudo avanzar con el juicio político por el tema cripto.

-O sea que sus seguidores pueden estar tranquilos.

-Más o menos.

-¿Pero no me dice que sigue adelante como si nada?

-Es que ahí está el riesgo: que si ve que no pasa nada con la metida de gamba que se mandó, se vuelva a descuidar. Ahí hay un riesgo de soberbia. Y Milei debería aprender que no es infalible.

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-¿Qué le pareció el show de la motosierra con Elon Musk en Estados Unidos?

-Otro riesgo.

-Pero el tipo está imponiendo su estilo en el mundo…

-Eso es absolutamente innecesario. Y esa adrenalina es la que le puede hacer meter la pata de nuevo.

-Me parece que está demasiado cauteloso.

-No. Porque cuando uno se hace un gol en contra, con blooper incluido, sentir tan rápido que puede hacer jueguito para la tribuna no es recomendable.

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-¿Leyó la columna de Arturo Pérez-Reverte?

-Sí, gran escritor español y gran columna. La escribió el “El Mundo”, de Madrid, y circuló por todos lados. Habla de por qué la “ultraderecha” se está imponiendo en Europa y Estados Unidos. Y, si lo englobáramos a Milei en ese movimiento, lo podríamos aplicar también a la Argentina.

-El título es muy significativo, ¿no?: “El triste precio de la estupidez”.

-Es que así ha sido.

-¿Y cómo describe a “la estupidez”?

-Cito a Pérez-Reverte cuando habla de por qué se impuso esa derecha: “La respuesta es aterradoramente sencilla: cuando la izquierda de nuevo cuño dejó de ocuparse de los trabajadores para abrazar e imponer, llevándola a extremos irracionales y ridículos –tan antiamericanos como son para unas cosas, y tan babeantes para otras–, la peligrosa doctrina nacida en Harvard y la universidad de Carolina en la que se fue apoyando poco a poco, extendida como mancha de aceite, tanta basura ideológica: penalizar la libertad individual en favor de la sumisión grupal, retorcer hasta la más grotesca exageración conceptos útiles, nobles y necesarios como izquierda, igualdad, paridad, feminismo, antifascismo. Y todo eso, imponiendo mediante las redes sociales un matonismo abrumador, un régimen dictatorial ante el que primero claudicaron los más débiles y luego nadie se atrevió a discutir”.

-No se anda con vueltas…

-Escuche cómo sigue: “Hasta las grandes y pequeñas empresas e industrias internacionales, atentas siempre a cuanto signifique negocio, subieron a ese tren para asumir las consignas del momento con verdadero entusiasmo –la hipócrita fe del converso–, alardeando de ser más feministas, más paritarias, más inclusivas, más políticamente correctas que nadie. De ese modo, también lo woke ha sido pingüe negocio durante todo este tiempo. Bajo la dictadura de pandillas digitales que en las redes sociales fingían ser masas populares, mediante la infiltración y control de organismos del Estado, centros de trabajo y universidades, los paladines de lo woke lincharon a todo aquel que no se plegaba a la nueva dictadura: a quien no llamaba niños a delincuentes de dieciséis años y un metro setenta de estatura, a quien, sin dejarse influir por el miedo o la alienación ideológica, decía camionero en vez de transportista, inmigrante en lugar de esa gilipollez de migrante, alumnos en vez de alumnado, o hablase con naturalidad de padres sin precisar que hay parejas de padre y padre, y de madre y madre, o de sexo fluido, o de lo que carajo sea”.

-Mierda. Está enojado.

-Y le leo el remate: “El caso, patente hoy, es que esos idiotas o canallas repartieron certificados de democracia, de solidaridad, de igualdad; decretaron un multiculturalismo postizo e imposible (…) Dictaron una manera determinada de ser y de pensar, atormentando a sus víctimas con escraches infames. Impusieron a toda costa su lenguaje, a menudo impostado y absurdo, desafiando no sólo las normas sabias de las academias, sino el más puro sentido común. Se granjearon, en fin, después de calzarnos tanto miedo y tanta basura, la antipatía de la gente normal e incluso el rechazo inteligente de algunos de los colectivos a los que aseguraban defender”.

-Tremendo. Y tan claro que ni hace falta comentarlo.

-No, ese texto es imposible de mejorar.

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Y UN VINO, POR SUPUESTO (UN BRINDIS POR GUSTAVO GÓMEZ). El vino es mucho más que una simple bebida, y el mejor recordatorio lo tuve esta semana con la muerte inexplicable de Gustavo Gómez y dos de sus hijos en un accidente de tránsito. La noticia fue tan imprevista, absurda y dolorosa, que esa noche sólo pude atinar a buscar una botella de un vino que nos hubiera unido, para recordarlo con afecto en medio de mi estupor. Casualidad del destino, tenía la última botella de una caja de Rutini Cabernet-Syrah, y la destapé en honor a Gustavo, porque alguna vez le presenté a Mariano Di Paola y desde entonces Gustavo empezó a ahumar sus carnes con duelas de barricas de vinos de Rutini. No viene al caso recordar las carnes ahumadas de Old Train, pero sí el entusiasmo que le ponía Gustavo y su orgullo porque detrás de aquello estaba toda su familia. Lo que vale es el recuerdo de aquellas juntadas, de aquellos asados que nos hacía en su casa, y de la tremenda foto que rescató Gabriel Conte de uno de aquellos días, en la que estamos tan felices con Gustavo, con Conte, el Mariano, el Daniel Pereyra, el Bicho Boverman, el Fede Lancia y Alicia Sisteró. La inexplicable noche de su accidente me llené de aquellas imágenes, mientras esa botella nos volvía a unir, y después del brindis en su honor que hicimos con mi esposa Paula, yo me decía qué cosa tan especial tiene el vino, que puede tener el sabor amargo de la impotencia a pesar a ser exquisito, y que siempre, siempre, es necesario para ayudarnos a transitar los mejores y los peores días.

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