Fragmento de mi libro «Has tenido lo tuyo»

—Usted siempre termina hablando de temas religiosos.
—No siempre. Pero cuando uno se hace las grandes preguntas, es difícil no terminar en eso. Y a veces los poetas lo expresan mejor que nadie.
—Cíteme otro, además de Leonard Cohen.
—El Flaco Spinetta.
—¿Pero cómo hace para asociar a Spinetta con la religión?
—Escuche esto: “No hay una cuestión que no conduzca al mar, tan solo así de noche puede uno descansar”.
—¿Lo dice por la referencia al mar?
—La vida tiene que llevar hacia algún lugar. El mar es la metáfora. Porque si no, es difícil encontrarle un sentido. Por eso, uno solo puede descansar cuando sabe que va hacia algún lugar.
—¿Eso lo especificó Spinetta o es lo que usted interpreta?
—Es lo que yo interpreto.
—¿Y cree que él hubiera estado de acuerdo con su interpretación?
—No lo sé. Pero eso es lo que yo sentí, y con eso me basta y sobra. Al fin y al cabo, estamos hablando de poesía.
—¿Tiene otra letra a la que le encuentre un sentido religioso?
— “Inventa un Dios para saber, inventa algo que contemple toda la necesidad”. Es de una canción que se llama “Sinfín”, de uno de sus últimos discos.
—Ahí es más directo. Pero no dice que Dios existe. Dice que hay que inventarlo.
—Obvio. Pero ya le dije que los dioses son creaciones humanas.
—¿Y entonces?
—Entonces, el tema es que a los dioses los necesitamos, porque tenemos que darle un sentido a nuestras vidas. Necesitamos saber, o inventar, o creer, que vamos a desembocar en algún mar. El Flaco lo define magistralmente en esos dos versos.
—¿Qué más significa Spinetta para usted?
—La belleza, la luz, la poesía.
—La tiene clarísima.
—Spinetta es todo lo bueno del mundo. Es de esos tipos que revelan el costado mejor de las personas, que las elevan, que muestran nuevos caminos y abren otros horizontes. Cada tanto me agarran unas semanas spinetteanas y lo vuelvo a escuchar entero, repaso libros sobre él, busco citas… el Flaco me conecta con todo lo bello.
—¿Recuerda algún otro verso que lo impresione?
—“En mi retina yo separo el agua del cielo tenue”.
—Esa es menos conocida.
—Es del último disco que editó en vida. La canción se llama “Mi elemento”.
—¿Y qué le sugiere ese verso?
—¿Usted se da cuenta del nivel poético que se necesita para llegar a ese verso? “En mi retina yo separo el agua del cielo tenue”. ¿Ha pensado cómo se ve el agua, cuáles son sus colores o sus formas? ¿Y lo mismo sobre “el cielo tenue”?
—No se me había ocurrido.
—Spinetta no solo nos ubica en un universo muy particular, sino que también nos dice: “Soy capaz de distinguir esas sutilezas”.
—¿Lo escuchó muchas veces en vivo?
—He perdido la cuenta. Lo vi en el primer recital al que fui en mi vida, en la gira de la reunión de Almendra, creo que en el año ’81. Fue en la cancha de Andes Talleres, en Mendoza. Después lo vi todas las veces que vino a Mendoza, una vez que estaba de vacaciones en Mar del Plata, y, como una especie de gran coronación, en el legendario “Spinetta y las Bandas Eternas”, en la cancha de Vélez. Me fui a Buenos Aires solo para ese recital, y lo compartí con mi hijo Mauricio y mi primo Gustavo Llaver.
—Eso sí fue un lujo.
—Fue como un sueño para mí. Todas las bandas juntas, más de cinco horas con su música… es uno de los grandes recuerdos de mi vida. Después, como corolario, se editó un libro con los CD’s del concierto completo, que me regaló mi amigo Alejandro Lomuto. Es una joya que tengo bien presente en mi casa.
—¿Y qué sintió cuando se murió el Flaco?
—Me quedé mudo por un rato. Estaba en la cocina de mi casa y entró mi hija Ludmila y me dijo: “Papá, se murió Spinetta”. Ludmila, que se llama así por una de las canciones del Flaco… Yo me senté en una silla de la cocina y me quedé un rato sin poder decir nada.
—Es de esos momentos que no se olvidan en la vida.
—No. Y me acuerdo que más tarde, cuando me empecé a recuperar, le mandé un mensaje a mi amigo Walter Gazzo, gran periodista de rock de Mendoza, con el que toda la vida habíamos hablado sobre el Flaco. Y el Walter me responde: “En este momento estoy llorando, y te juro que me estaba acordando de vos”.
—¿Lo conoció personalmente a Spinetta, fuera de los escenarios?
—Sí, una vez vino a mi Mendoza y otro gran amigo, Néstor Nardella, que era el productor que lo traía, me dio un pase para mí y mi familia para una conferencia de prensa. Fuimos los cuatro, con Paula, Mauricio y Ludmila. Fue un cholulismo atroz, pero no me da ninguna vergüenza. Tengo una foto hermosa con él de aquella tarde, que está enmarcada en mi biblioteca. A veces la miro y no lo puedo creer.
—¿Le cambió algo la forma de escucharlo después de que murió?
—Estuve mucho tiempo sin poder escucharlo. Me largaba a llorar. Después, de a poco, lo fui retomando. Y cada vez encuentro más cosas en sus canciones. Le repito: Spinetta es belleza, luz y poesía. Y extrae lo mejor de nosotros. Es todo lo que está bien.
